La singular persistencia del anarquismo en España ha sido atribuida al mesianismo del movimiento obrero local y al arcaísmo de su ideología. Pero si existe un hilo conductor que conecta Jerez, Montjuïc, la Mano Negra y Casas Viejas, incluso mayo del 37 con la sala Scala, es sin duda una acción policial y judicial abusiva e indiscriminada. El pernicioso cóctel de la represión y la incapacidad jalona la tormentosa relación del ideario libertario con el Estado. La historia, sin embargo, bien pudo ser otra. Existió una alternativa en los albores del internacionalismo que hubiese evitado el choque de trenes. Una opción sostenida jurídicamente en los tribunales por magistrados, fiscales y letrados, como Miguel Zorrilla, Eugenio Díez o Agustí Sard...