Pentecostals and politics in Argentina: A question of compatibility?

Coincidiendo con el proceso de democratización en Argentina a principios de la década de los ochenta, el Pentecostalismo obtuvo un crecimiento sustancial. En un nuevo panorama religioso el movimiento pentecostal-evangélico comenzó a reclamar libertad e igualdad religiosas y se acercó a la esfera política por diversos medios. Sin embargo, cómo deberían acercarse a la política no ha sido evidente. Desde hace medio siglo, lo político había sido percibido como el ámbito de los problemas ‘terrenales’, de la corrupción y de los compromisos. Hasta ese momento, los pocos pentecostales habían optado por y/o sido relegados a la marginalización con respecto a una sociedad dominada religiosamente por la Iglesia Católica. Con la apertura de los nuevos espacios democráticos, un número de adeptos considerablemente mayor y la Iglesia Católica estando a la defensiva, los pentecostales hallaron tanto oportunidades como incentivos para introducirse en la vida política. En este artículo se propone ilustrar cómo los proyectos políticos pentecostales necesitan ser compatibles con el proyecto religioso. En este sentido, los pentecostales deben legitimar y autorizar lo político en lo religioso a fin de obtener apoyo y votos en la comunidad pentecostal. En la actualidad, muchos pentecostales encuentran su espacio dentro de la actividad política a través de un compromiso social basado en ciertos valores ‘interiores’ y ‘exteriores’. Los valores ‘interiores’ se refieren a su percepción de un 'habitus 'Pentecostal: honestidad, sinceridad y confianza. Los valores ‘exteriores’ están relacionados a su concepción del orden natural de Dios: pro-vida, anti-homosexualidad, pro-familia. English: Coinciding with the processes of democratization in Argentina from the early 1980s, Pentecostalism experienced a substantial growth. From a new religious landscape the Pentecostal-Evangelical movement started making claims for religious freedom and equality and approached the political sphere in various ways. However, 'how 'the political should be approached has not been obvious. The political had for more than half a century been projected as a place for ‘earthly’ affairs, corruption and compromise. Furthermore, Pentecostals had chosen, and/or been pushed towards marginalization in a society religiously dominated by the Catholic Church. With new democratic spaces opening up, considerably more adherents and a Catholic Church on the defensive, the Pentecostals had both opportunities and incentives to enter political life. This article sets out to illustrate how Pentecostal political projects need to be compatible with the religious project in order to succeed. Pentecostals need to legitimize and authorize their activities in political life in religious terms in order to get support and votes from the Pentecostal community. Many Pentecostals now find their way into political engagement through a social commitment based on certain ‘interior’ and ‘exterior’ values. The former relate to their understanding of a Pentecostal habitus: honesty, sincerity and trustworthiness. The latter are related to how they conceive of God’s natural order: pro-life, anti-homosexuality, and pro-family