Quien así hablaba, con palabras puestas en su boca por Antonio Palomino, era don Francisco de Herrera, honnbre al parecer arrogante que, a pesar de sus falsas lamentaciones, no sólo disfrutó de los principales cargos a que podía aspirar un Arquitecto en los círculos cortesanos, sino que también obtuvo el máximo reconocimiento oficial como Pintor, satisfaciendo una aspiración que muy pocos pudieron cumplir durante nuestra Historia Moderna. Palomino admiró su ingenio y su apostura y, aunque no pudo obviar ciertos rasgos endiablados de su carácter al trazar su biografía, rindió el homenaje merecido a su talento, proporcionándonos jugosas noticias sobre su trayectoria vital y artística, así como algunas informaciones inexactas