Para todo aquel que guste de la poesia castellana de los Siglos de Oro no habrá pasado desapercibido el ambivalente papel que interpreta la mujer como tema literario -ambi valencia de dilatada trayectoria, sin duda-. Si pudiéramos polarizar diríamos que esa mujer literaturizada, y por consiguiente tan irreal como extremadamente cotidiana, sufre por un lado la influencia de la lírica de tradición petrarquista (la dama idealizada, cúmulo de virtudes físicas y morales) y, por otro, la difusión de los modelos de buena parte de Ia poesfa popu lar y de la religiosa (con una concepción más claramente terrena yen muchas ocasiones misógina)