En 1871 Charles Darwin, a partir de su obra llamada El origen del Hombre, cuestiona el lugar que el ser humano había mantenido en la escala de la naturaleza tradicionalmente.1 Si bien ya había desafiado con su obra anterior gran parte la biología aristotélica que guiaba los estudios de la época, con este segundo gesto, que podríamos llamar inaugural, nos vuelve meramente animales. Esta teoría, apoyándose en la teoría de la evolución que la antecede, supone la gradualidad en lugar del salto ontológico, es decir, la diferencia entre los seres humanos y los demás animales sería solamente de grado. De manera que compartimos con los demás mamíferos vertebrados una gran cantidad de características, no sólo anatómicas y fisiológicas, sino también ...