La tendencia del traductor a intervenir en la transmisión de su original viene de antiguo y, desde la Roma republicana hasta la agonía, al menos, del Antiguo Régimen, gozó de los parabienes de la cultura establecida, centrada la traducción como estaba, en la transmisión de la cultura literaria según los principios de la apropiación cultural como sujeto de derecho natural. La traducción se veía como transubstanciación, como reformulación, como emulación artística y/o retórica. Con el Romanticismo, esa tendencia a la coautoría se vio substancialmente refrenada pero no por ello resultará extinguida. En el polo positivo veremos que la naturaleza lingüística, referencial y cultural de la propia traducción hace inevitables ciertas intervenciones,...