Tanto para Holderlin como para Hegel, el tema de la unificación constituía el contrapunto ideal de una realidad dominada por el desgarramiento y la división. Ambos comprendieron su propio tiempo como una época escindida y necesitada de unificación. Y los dos dirigieron sus miradas hacia épocas ya desaparecidas -el mundo helénico, el mundo judeocristiano-, a fin de recobrar reflexivamente del pasado una imagen fiable del presente. Así, a lo largo del mismo periodo en que Holderlin redactaba las diferentes versiones de su tragedia Empédocles, Hegel trabajaba en los materiales agrupados bajo el título El espíritu del cristianismo y su destino. No es difícil trazar analogías entre ambas historias, centradas en la relación de una gran individual...