La caída del gobierno de Felipe González (1996), y la consecuente formación del primer gobierno conservador de la actual democracia, señalan el fin de la particular transición de la Iglesia española, cuando se perciben los perniciosos efectos de la ideologización de sus mensajes y de sus medios de comunicación operada entre 1989 y 1996. De ahí se deriva la fractura de sus relaciones con el sistema y con la colectividad -politicamente plural- de sus creyentes. Y por eso las realciones Iglesia-Estado ofrecen un panorama confuso, cuya normalización quedará diferida a la previsible actualización que experimentará la Iglesia en los albores del nuevo pontificado, cuando el debate interno impulse su adaptación a una democracia normalizada y...