A manera de conclusión: del interés de estudiar la megadiversidad agraria del Ecuador

Al reunir ocho estudios de la agricultura de micro-regiones ecuatorianas, este libro anima a construir un análisis comparativo y a abogar por la implementación de una investigación de ámbito nacional. Ejemplares de la megadiversidad agraria que caracteriza el territorio ecuatoriano, los estudios ilustran las desigualdades abismales del desarrollo agrario, entre regiones y entre grupos sociales, así como la remanencia de una dualidad social secular. El presente artículo señala, a partir del ejemplo del minifundismo, cómo el análisis comparativo faculta la interpretación del movimiento general de una sociedad y alienta a caracterizar las similitudes y las diferencias entre los grupos sociales. La alta diversidad de las situaciones agrarias del Ecuador debe ser destacada y estudiada, tanto para reconocerla e implementar políticas eficaces por ser diferenciadas como para detectar los actores y los procesos emergentes, que sean indicadores de una crisis naciente o de una innovación principiante. La lectura de los ocho estudios pone de relieve varias problemáticas de importancia capital para la agricultura ecuatoriana y para la nación, pero que quedan a menudo huérfanas de investigaciones. Después de constatar los recientes cambios del contexto, se precisan algunas preguntas centrales entorno a las desigualdades de desarrollo agrario, tales como la medición de la equidad, la recomposición de los territorios, las nuevas posiciones de las organizaciones campesinas en la elaboración de las políticas públicas o las interacciones entre agricultura y actividades no agropecuarias. Frente a una dualidad persistente, los procesos de acumulación deben ser estudiados, en las distintas dimensiones económicas, ambientales y sociales del capital. De hecho, los estudios revelan unas agriculturas campesinas a menudo dinámicas, productivas y capaces de generar excedentes y empleos, pero que carecen de las condiciones mínimas para desarrollarse a la medida de su potencial. Si bien cabe insistir sobre la necesidad de estudiar todas las formas de agricultura, subrayamos la urgencia de recurrir a métodos adecuados para evaluar la eficiencia de los distintos tipos de sistemas de producción. La competitividad debería ser redefinida para poner en evidencia la rentabilidad de la inversión o de una cadena para la colectividad, y ya no solamente para el que invierte. Las relaciones entre las varias formas de agriculturas y los temibles daños ambientales vienen a cuestionar las lógicas de rentabilidad financiera a corto plazo, y obligan a considerar la propuesta de los servicios ambientales con mucha cautela. Finalmente, la problemática es la de un desarrollo no-sostenible, en sus dimensiones económicas, sociales y ambientales, lo que obliga a preguntarse no solo qué conocimientos generar sino también cómo y con quién producirles