Para rendir homenaje a Sigmund FREUD, no basta con adornar su tumba. Cuadra mejor a su herencia, y resulta más útil para el tema que nos ocupa, el reflexionar con entera franqueza sobre su espíritu que permanece vivo. Precisamente en aquellos ámbitos en que FREUD no sentó una teoría preestablecida, limitándose a la concisa descripción e interpretación provisional de hallazgos no obstante notables, procedió según la tradición éticocientífica del pensador empírico. En ella radica su grandeza y con harta frecuencia nuestra mengua. Una exégesis estrecha de FREUD y precipitadas generalizaciones teóricas, que no sin razón se han atraído el reproche de ser acientíficas y estar teñidas de ideología, amenazan con asfixiar esas experiencias y ese pen...