Todos los años, desde inicios del SIGLO XVI, una armada tomaba rumbo desde Lisboa hasta Extremo Oriente. Junto a marineros, soldados y mercaderes, en la Carrera de Indias se embarcaban misioneros que nos han dejado valiosísimos testimonios de un viaje que duraba de unos seis a siete meses e implicaba prácticamente la despedida definitiva de la familia, de la patria y de los amigos (son casos excepcionales los misioneros que vuelven y casi todos por razones oficiales). Llegados a su destino, los misioneros aguardaban el tiempo necesario para completar su formación teológica y proseguir hasta Macao, desde donde partían hacia sus misiones en Japón, China, India y otros reinos circundantes. También tuvieron lugar peregrinaciones terrestres, com...