Mundo de personajes ligeros, no poco de burla y su otro tanto de observación agudísima, muchas veces complacida con lo más amargo o libertino, el entremés. Seres de aire ambulan allí. Nadie los toque. La mano salga quizá castigada en la aventura. Alguno de tales títeres se complace en pinchar, al modo de erizo que se defiende; otro os mostrará que eso que en sus pestañas se os antojó gota de glicerina es lágrima, y llorada de verdad. Cosa liviana, pero cierta la regocijada fabulilla. Su consistencia, más allá de lo veraz de la pintura costumbrista o la consumación documentada del rasgo psíquico de determinado individuo -el vejete Carrizales, muy celoso, o aquel Trampagos. tan llorador como olvidadizo de la daifa que hace poco se le murió- a...