El 17 de diciembre de 1885, queriendo restablecer mi salud quebrantada con las tareas del año, y deseando huír por unos catorce días de los microbos, miasmas y fetidez que difunden en contorno los numerosos muladares y cloacas al aire libre de esta capital, morada de políticos, publicistas y poetas inmortales, areópago de ilustres laureados, templo de ruidosas apoteosis y teatro de triunfales recibimientos, salí de Bogotá con dirección á Peñalisa. Ninguna otra capital de la América española posee en el corto radio de doce leguas tántas bellezas naturales como las que disfruta Bogotá... En el capítulo anterior hemos hecho una rápida descripción pintoresca de nuestro paseo á Peñalisa ; en este nos ocuparemos principalmente de la parte geograf...