La ciudad se ha construido y se construye por decantación y superposición. Y en su representación lo que predomina es el plano abatido, ni la ciudad en la que vivimos ni su historia es entendible sin su vista cenital. Esta priorización de lo cenital tiene su origen en los hábitos de la cartografía, destinada casi desde sus orígenes a hacer casar dos realidades con inercias divergentes, la de la ciudad planificada y la de la ciudad vivida. La vida y su planificación se expanden, pero desde hace tiempo lo hacen de manera asincrónica, comenzando en la mesa de un proyectista. La forma resultante es, además de una 'representación', el resultado complejo e inacabado de un proceso continuo de afecciones recíprocas. El cartógrafo hace tiempo que as...