En busca de su Fin divino, el hombre crea su mundo propio: la cultura o humanismo. El hombre, sólo él por el espíritu, está en posesión lúcida del ser trascendente e inmanente por la inteligencia, y en posesión de este mismo ser, por su libertad. Abierto, por su espíritu inteligente y libre, al ser o bien trascendente sin límites, el hombre aparece ordenado, como a su Aleta o Fin 'último de su vida; al Ser o Bien infinito de Dios. El hombre está esencialmente herido de Dios. En esta apertura de su espíritu a la Trascendencia divina descubre que es un ser finito hecho para el Bien infinito. Unicamente la posesión de este Bien infinito puede conferirle la actualización o plenitud de su ser y curarlo' así de la mencionada herida. En...