Ámbito objetivo de la mediación penal en el enjuiciamiento de adultos y en el de los menores; análisis comparativo

[spa] La escasa presencia de medidas distintas o complementarias a la vía judicial para resolver conflictos en la jurisdicción penal, deja entrever que vivimos en una sociedad acostumbrada a acudir a dicha opción siempre que se presenta un problema, sea cual sea su naturaleza. Ello hace comprensible e incluso lógico el evidente colapso burocrático que sufre nuestro sistema judicial. Se acude directa e irracionalmente, a la opción clásica: un proceso judicial, que derivará, posiblemente, en un pleito, con el deseo de conseguir una sentencia condenatoria para la otra parte; sin pararse a pensar y reflexionar en si seguir este esquema es realmente lo más adecuado y efectivo para dar solución a nuestro conflicto. Por todo ello, considero extremadamente necesario conseguir un arraigo bastante más notorio del actual, en lo que respecta a las vías alternativas y a las vías complementarias del proceso, como puede ser la mediación penal, en la resolución de conflictos. La necesidad tan urgente de implantar con más fuerza este tipo de vías complementarias, reside en la multitud de ventajas que ello supone, tales como: la evidente reducción de costes económicos para las partes, la celeridad y agilidad de otros asuntos realmente complejos por el desatasco en los Juzgados gracias a llevar asuntos más sencillos por vías extrajudiciales, se abre paso también a la comunicación y al diálogo más directo entre las partes, entre otras. Enfoco por supuesto esta perspectiva también en lo que concierne al ámbito de los menores, incluso con mayor ímpetu, pues recurrir a vías como la mediación penal puede ser trascendental en el futuro de este colectivo, pues no estará marcado necesariamente por los pleitos y los antecedentes penales, conduciendo así a la “teoría del etiquetamiento” 1 , sino que se abre camino una vía mucho más 1 También conocida como “labeling approach”. Se trata de una teoría criminológica, la cual se basa en creer que criminalizar socialmente una conducta puede lesionar la reinserción y lograr el efecto contrario: la reincidencia. Al poner una etiqueta de delincuencia a un comportamiento, socialmente se estigmatizará, conduciendo a que la persona se identifique con esa etiqueta de delincuente por la presión social y la influencia, adoptando así ese rol