Poder domesticador del estado y derechos del recluso

Quizá no resulte inexacto decir que el tema penitenciario ha irrumpido con fuerza en la prensa diaria española a partir del inicio de la transición política. Habrá que aceptar, por lo menos, que es a partir de entonces, 1975, cuando una serie de problemas relativos a esta materia, y que hasta entonces sólo esporádicamente saltaban a las páginas de los periódicos, empiezan a ser objeto de tratamiento cada vez más frecuente en los medios de comunicación. Problemas tales como la situación de hacinamiento en algunas de nuestras cárceles, los riesgos de muy diverso tipo -desde la violación hasta la pérdida de la vida- que, a veces, entraña el internamiento penitenciario, las consecuencias psíquicas que la reclusión puede llegar a producir -desesperación, depresiones, suicidios-, la situación nada envidiable tampoco del personal encargado de la vigilancia de los internos, etc. han estado en el primer plano de la actualidad durante estos últimos años. Y cuando algunos de ellos han empezado a perder vigencia -o porque se han resuelto o porque se han "disuelto", al perder interés para el gran público por su misma reiteración-, otros nuevos cobran actualidad, como ocurre con las fugas de presos con ocasión de los permisos de salida o la comisión de delitos aprovechando esas mismas circunstancias