Tan pronto como la dirigencia estadounidense terminó por definir sus fronteras terrestres en su actual territorio, poco antes de concluir el siglo XIX, su siguiente estrategia a seguir sería la de ampliar su radio de acción geopolítica a todo lo largo y ancho del continente como en algún momento lo habían hecho los propios españoles en toda América, con su modelo en cruz que le permitió maniobrar hacia los cuatro puntos cardinales