El debate sobre si la Revolución Cubana continúa, o no, es fácil de dirimir. La utopía propuesta por Fidel Castro, como todas, es inalcanzable; pero el camino hacia ella sí que es real, tangible, en tanto que programable y susceptible de ser impuesto. Continúa porque la Revolución es en sí misma un fin, es el medio para llegar a un objetivo y eso la hace incluso, paradójicamente, más importante que el telos que persigue. El camino, el medio, es la vivencia de la promesa inalcanzable. Como en la utopía del fascismo, el camino se eterniza y las herramientas, el culto a la acción, se convierte en lo más importante, aunque envuelto en una teorización vacua del mundo perfecto. Una de las herramientas que ha escogido la Revolución como camino hac...