Tengo la íntima convicción de que nuestro mundo va derecho hacia la catástrofe. El camino sobre el cual avanza la humanidad es suicida. Hablo de la catástrofe en singular, no para designar un acontecimiento único, sino un sistema de discontinuidades, de franqueamientos de umbrales críticos, de rupturas, de cambios estructurales radicales que se alimentaron los unos de los otros, para golpear con toda la fuerza con una violencia inaudita a las generaciones que venían. Mi corazón se aflige cuando pienso en el porvenir de mis hijos y de sus propios hijos, los que aún no han nacido. Los que esperan que el siglo XXI escapará de los horrores que ha producido el XX, sin duda han olvidado que el acto inaugural —fechado 11 de septiembre de 2001— fue...