El hecho físico, tangible e inevitable de la muerte acompaña y condena al hombre desde su nacimiento. Como parte complementaria de su llegada a la tierra la muerte se convierte en la otra única constante, exigiendo al igual que la vida- el desarrollo de escenarios arquitectónicos exclusivos en los que sea presencia y protagonista. Éstos han ido variando su morfología en función de la imagen que sobre la vida y la ausencia de ella se ha ido conformando a lo largo de los siglos, apareciendo hoy como espacios depurados de símbolos ostentosos, más bien prácticos, asépticos y neutros, dejando que los sentimientos los aporten los usuarios y que cementerios, tanatorios o crematorios acusen su modestia frente a las sensaciones de paz, armonía y cal...