La determinación del horizonte de finalidades y la inserción de la empresa en la realidad son momentos constitutivos de su existencia que amplifican la mirada tradicional sobre ella. La mirada tradicional hace de la empresa una entidad ajena y extraña a la comunidad, la sociedad, la ciudadanía y el Estado. Conceptos como «cooperación» e «inclusión social» resultan chocantes para la mirada tradicional. La empresa del siglo XXI tiene a su favor la experiencia de la incertidumbre que hace vacilar, y muchas veces retroceder, al capital financiero en contextos críticos; dispone, además, de los medios y los recursos para superar la obsolescencia del viejo modelo, que amenaza la sostenibilidad de la propia empresa porque la sitúa de espaldas a la ...