Carameleo administrativo

La Ley 102 de 1922 concedió atribuciones especiales al gobierno colombiano para financiar la ampliación de la red nacional de carreteras. Desde entonces, la inversión extranjera permitió adelantar obras de gran importancia (ferrocarriles nacionales), así como la apertura hacia canales de endeudamiento cada vez mayores. En 1927 se dio un debate por cuenta de dichos capitales de inversión extranjera. El banco Hallgarten Co. prestó $60.000.000 a Colombia para adelantar el plan de obras públicas nacionales. El problema se presentó al momento de repartir los dineros y escoger qué proyectos tendrían prioridad, pues mientras algunos congresistas favorecían la inversión en obras grandes (como los ferrocarriles troncales de oriente, occidente, norte y pacífico), otros favorecían la dispersión de fondos en muchas obras locales. Detrás de todo había una pugna por intereses particulares sobre obras que podrían favorecer la economía de ciertos departamentos por sobre los demás. En medio de estas polémicas se presentó un proyecto de ley para conseguir un segundo empréstito por $40.000.000 con el que se construirían obras "menores". Con este dinero se alcanzaba el cupo máximo de endeudamiento permitido por la Ley de 1922: $100.000.000. El polémico proyecto pasó a tercer debate en Cámara de Representantes y allí recibió críticas de Alberto Vélez Calvo, quien comentó sobre el mismo: "Es uno de tantos proyectos venidos del Senado, hijos de la mutua complacencia, de la camaradería, del compadrazgo, del canje de votos, y de lo que vulgarmente se llama una manguala... porque la 'manguala' ha llegado a ser costumbre parlamentaria" (“Se ataca en la Cámara el nuevo empréstito”, 13 de noviembre de 1927, número 5796 de "El Tiempo"). Así, frente a intereses aparentemente nacionalistas, Vélez resaltó cómo este nuevo préstamo que pretendía financiar vías sin planos era una herramienta política para beneficiar a unos pocos interesados. Ricardo Rendón interpretó la medida como un 'carameleo' que el entonces ministro de Obras Públicas, Salvador Franco (1864-1930), repartía dádivas (los dineros prometidos por empréstitos) entre manos ávidas de recibirlas. Estas manos representaban las obras prometidas por la ley en debate: obras que no contaban con plan técnico ni administrativo que garantizara su efectiva culminación. La caricatura fue publicada en el número 5747 de "El Espectador"