La alocución presidencial (1929)

Debido a su actitud apática frente a los acontecimientos relacionados con la Matanza de las Bananeras, Miguel Abadía Méndez (1867-1947) recibió fuertes críticas. Desde finales de 1928, la opinión liberal, especialmente, informó sobre la tragedia de los obreros de la United Fruit Company que fueron reprimidos cruelmente por el Ejército en la población de Aracataca, Magdalena. Junto a estos informes se publicaron muchos editoriales que denunciaron, repetidamente, la falta de voluntad pacificadora del gobierno pues, a días de haber empezado, el ejército contuvo violentamente la protesta de los obreros, calificándola como conspiración comunista. El 9 de diciembre fue decretado el estado de sitio, el número de muertos y las acciones de los militares no fueron informados claramente porque el telégrafo fue desconectado y los únicos informes autorizados eran los Carlos Cortés Vargas (1883-1954), general encargado de restablecer el orden en el territorio. La gravedad de los hechos, sin embargo, no mereció la atención personal del presidente, quien se encontraba veraneando. Esta circunstancia causó indignación entre la opinión pública que, desde entonces, no cesó sus ataques contra Abadía. Para conocer más al respecto, siga el enlace: http://babel.banrepcultural.org/cdm/ref/collection/r_rendon/id/367 El 4 de enero de 1928, Ricardo Rendón continúo las críticas hacia el primer mandatario. En el número 6204 de El Tiempo, el caricaturista representó la reacción que los inversores norteamericanos (personificados por el “Tío Sam”) podrían tener ante el discurso pronunciado por el presidente en ocasión del fin de año. En la imagen, Abadía permanecía en su cama, durmiendo indolentemente, mientras el Tío Sam reía, tal vez complacido por las declaraciones. Sobre estas últimas, destacó la defensa del accionar del Ejército sobre el asunto de las bananeras y la promesa de continuar la defensa de los intereses comerciales de los extranjeros, aliados “indispensables” para el progreso de la nación: “El gobierno, queriendo mantenerse siempre dentro de la órbita del respeto a los derechos naturales, agotó los medios pacíficos y de conciliación en tanto que esos derechos, aunque ejercidos en forma no estrictamente ajustada a los preceptos de la ley, no habían apelado todavía a los medios inadmisibles de la fuerza y la violencia; pero una vez que éstas descogieron su fatídico estandarte matizado de negro y rojo, hubo necesidad de repeler la fuerza con la fuerza para amparar la vida, honra y bienes de nacionales y extranjeros, quienes clamaban hacía tiempo por la inmediata y festinada represión a mano armada de los primeros síntomas de desorden (…) El gobierno por su parte declara que mantiene incólume su tradicional política de acoger con todo el favor que ellos se merecen el capital y las industrias (…) y que no habrá en Colombia autoridad ni poder público que no les dispense la más amplia protección al igual que al capital y las instituciones nacionales (…)” (“Alocución presidencial”. El Tiempo. 1 de enero de 1929, número 6202)