La Convención de Ibagué. El palomar de la paz

En la tarde del 16 de marzo de 1922 se instaló la Asamblea Liberal que escogió a Eduardo Santos Montejo (1888-1974) y Ricardo Tirado Macías como designados para asistir a la Convención de Ibagué que se llevaría a cabo más adelante en ese mismo mes. Este acontecimiento marcó el inicio de las discusiones en torno a la Reintegración Liberal, su participación en el régimen de Ospina, y el rumbo general que tomaría la colectividad. "La República" realizó un extenso cubrimiento de todos los debates políticos que se llevarían a cabo en ocasión de este evento. En la edición del 24 —número 319—, se afirmó que el punto central en la agenda de la Convención sería la actitud del liberalismo ante el próximo gobierno, pues las perspectivas oscilaban entre dos polos: la política de resistencia o la cooperación en condiciones honorables. La primera opción era defendida por Benjamín Herrera (1850-1924), ex candidato presidencial y director del Partido Liberal, que se negaba a una futura colaboración con el régimen de Pedro Nel Ospina (1858-1927); mientras que la segunda opción tomaba relevancia entre un grupo de disidentes que defendían el lema del movimiento político: “La patria por encima de los partidos” y la participación del liberalismo, siempre que se acordaran una serie de condiciones para la misma (Columna editorial “La Convención de Ibagué”). Las diferencias respecto al rumbo de la política liberal causaron un fuerte conflicto que llevó a la división interna del partido días antes de que se celebrara la Convención. De ahí que, en su análisis de la situación, la redacción señalara que: “por lo que hace a la corriente o tendencia liberal llamada civilista, la vemos cristalizar y precipitarse de un momento a otro y en forma tan equívoca que no habrá de dejar margen a dudas”. La Unión liberal, nuevamente, se encontraba en peligro por los desacuerdos existentes entre los miembros del colectivo, y la paz resultaba imposible en este panorama de continuo enfrentamiento. En el número 322 de "La República", correspondiente al día 28 de ese mes, Ricardo Rendón publicó una caricatura en donde interpretó el panorama de la Convención: los delegados representados como palomas llegaban al lugar de la reunión (una pajarera en la imagen), con intenciones de llevar paz al diálogo, como se podía suponer por su hoja de olivo, pero en el fondo permanecía un cazador, listo para frustrar estos nobles propósitos. De esta forma, el caricaturista señaló la incertidumbre persistente en el panorama del liberalismo. En ese mismo número se informó que el grupo de civilistas, disidentes liberales liderados por Nicolás Esguerra (1838-1923), publicaría una comunicación dirigida a la Convención de Ibagué para justificar su posición frente a la controversia que los mantenía enfrentados (“Glosas al vuelo. El manifiesto liberal”). Finalmente, esta división entre civilistas y “resistentes” era el peligro que mantenía amenazada la unidad del movimiento