Una nueva República nace con la guerra y exige una educación también bélica, una cultura política, cuya implantación no conoce de reformas sino de conmociones, presentando por ello numerosos elementos de ruptura con la política educativa de 1931. Pero con la guerra surge también otra España que camina en distinta dirección y que arguye así mismo la necesidad de una enseñanza beligerante contra las renovaciones pedagógicas de la Segunda República, contra sus resultados, sus móviles y fuentes de inspiración, y que se adentra en las profundidas de la Historia para componer un modelo de sociedad y de educación que conforme al nuevo hombre del nuevo Estado.ES