Sentado en la playa de la iglesia emblemática de Paratí, en el estado brasileño de Rio de Janeiro, leo la entrevista que, en el marco de la Fiesta literaria local, el diario O Globo le hace al escritor invitado Fernando Vallejo y en la que afirma, entre otras cosas, que laclase dirigente colombiana es mentirosa e ignorante su pueblo. De pronto lo veo venir, acompañado de un anciano de pava, bajito y regordete (imagen quijotesca), observando el paisaje a través de unas gafas oscuras que si no le quedaran tan grandes hasta lo harían ver más apuesto. A riesgo de ser rechazado, decido aproximármele. - Maestro Vallejo, mi nombre es Darío y soy colombiano; cosa que a usted no debe gustarle mucho, según creo.- ¿Por qué? Para nada. No es así