La especificidad del músico escénico incorpora el mundo sonoro, las desafinaciones, los ruidos espantosos, los ruidos de una época. Estupefaciente del escenario-cerebro capaz de fisicalizar lo intangible, ariete de inconsciente, constructor del mismo. La pregunta es si se traspone miméticamente lo que sabemos de él, lo que lo dopa, lo que lo complace. La música como elemento objetivador o subjetivador, colabora a no montar sus determinaciones, sino a ser la acupuntura que acciona sobre la morfogenética del espectáculo, hilvanando con su ritual poético de develación, los estratos más secretos de la conciencia e instando a participar de su incertidumbre. Rompiendo la reminiscencia simbólica del concierto, para asumir el ‘aquí y ahora’ ígneo d...