La captura del Estado iraquí por una pequeña elite derivó en sucesivas rebeliones y convulsiones internas desde su formación y a lo largo del siglo XX. El desorden institucional del país y la multiplicidad de estructuras de poder superpuestas afectaron el proceso de toma de decisiones. Ambos procesos impidieron la formación de una identidad colectiva cívica vinculada al Estado y en su lugar reforzaron las lealtades locales. Sumado a esto, la continua injerencia externa profundizó las contradicciones y rivalidades internas. Grupos étnicos, como los kurdos, organizaron movimientos de resistencia en demanda de mayor representación política y autogobierno. El gobierno respondió reprimiendo las demandas y convirtiendo al estado en la representac...