Las primeras representaciones conocidas de los vientos fijaban su número en cuatro, al igual que las estaciones, las partes del mundo o los elementos de la naturaleza, y su imagen se remonta al arte helenístico y romano, aunque la idea de personificarlos está ya en los autores griegos. El paso al arte cristiano se produjo a través del arte clásico. La forma de representar los vientos ha sido tradicionalmente, una figura humana soplando, o sólo la cabeza, o incluso a veces ésta era de animal. Otra interpretación añade a la cabeza que sopla una trompa, cuerno o caracola. La primera fórmula de las apuntadas fue la preferida en la antigüedad, mientras que la segunda la escogió la miniatura bizantina, pasando de allí al arte italiano del siglo X...