En esta obra se representa a San Pedro de Alcántara en plena iluminación del Espíritu Santo en la narración de sus escritos religiosos. Así pues el santo franciscano aparece ataviado con el hábito marrón, sentado en un banco con una tablilla sobre sus rodillas donde apoya el libro que escribe con una pluma. Su rostro de un anciano calvo, huesudo e imberbe, gira su mirada hacia las alturas donde aparece la paloma del Espíritu Santo rodeada de una ráfaga dorada de rayos. La escena se desenvuelve en un ambiente interior, con una repisa donde se apoya una calavera y un tronco en el lado izquierdo donde se apoya un flagelo. El santo igualmente posa sus desnudos pies sobre una bola del mundo