La figura de Santo Tomás apóstol se caracteriza por el esbozado tratamiento de los ropajes, la escasa perspectiva y el hieratismo inexpresivo del rostro. Erguido sobre una peana rocosa, el santo de referencia mantiene con las manos el libro que lo identifica como apóstol y la escuadra que alude a su labor de arquitecto. Su rostro, frío e impasible, muestra rasgos exagerados por su abultamiento, como ocurre con los pómulos, y queda demasiado reducido en puntos como la boca y ojos