San Antonio de Padua, ataviado con el hábito terroso de la Orden ceñido con el cordón seráfico, se cubre con un capuchón largo del mismo color, mostrando su rostro imberbe que le imprime cierta apariencia de juventud. Con sus manos sostiene un libro que alude a la sabiduría y a su labor de predicador, sobre el que se asienta el Niño Jesús descendido del cielo hasta el estrato mundanal. Este personaje celestial viste túnica de color rosáceo y, así, mientras que con la mano izquierda acaricia la barbilla del santo portugués, con la derecha prende fuertemente las azucenas como símbolo de pureza. La escena se rodea de una pequeña mesa con un libro abierto, unos cortinajes de corte barroco recogidos en la parte superior derecha y un vano que dej...