Se trata de una representación la Virgen María en su advocación del Patrocinio. La figura está representada de pie, sosteniendo entre sus brazos al Niño Jesús. Está ataviada con túnica rosácea y manto azul que cubre su cabeza, ambas piezas decoradas profusamente mediante roleos vegetales y florales que otorgan un carácter suntuoso a la composición. Muestra la Virgen un sentido de la belleza popular, de largos cabellos oscuros y rostro de elegancia discreta y delicada. A sus pies se sitúa una luna en cuarto creciente que alude a su carácter de Inmaculada. Sus brazos se dirigen hacia el espectador, mostrando al Niño entre ellos, ofreciendo a los fieles ser intermediaria entre ellos y la figura divina que proporcionará la salvación eterna