Se trata de una representación del Calvario de Cristo, que sigue en su figuración los relatos evangélicos (Lc 23, 33; Mc 15, 22-32; Mt 27, 33-44; Jn 19, 18-27). La composición aparece centrada por la figura de Cristo crucificado, dispuesto en actitud frontal y respaldado simétricamente por el Buen y el Mal Ladrón, representados de perfil en sus cruces. El cuerpo de Cristo -al igual que los de los dos ladrones- muestra un minucioso tratamiento anatómico, con los músculos muy marcados. De tono macilento, refleja los tormentos sufridos pero de modo contenido, mostrando finos regueros de sangre que manan de las heridas. La sangre -que se desliza por el madero hasta el suelo, llegando a la calavera del primer hombre, Adán- simboliza la redención...