Es en este momento cuando tomamos la palabra. Es ahí, en ese instante, cuando la máscara parece empezar a rasurarse, cuando tenemos que reconocernos, no permitir que se nos exija de ellas para relacionarnos, y empezar a hablar de aquello que detestamos, de ese papel que no queremos seguir representando, porque somos conscientes de la sumisión que encierra, del hastío que genera, de la ineficacia que produce y de lo más importante: la necesidad de crearnos a nosotras mismas a partir de nuestra más íntima realidad. Dejar atrás aquello que se nos ha impuesto, aquello que han querido que seamos y ser nosotras, por primera vez, las que imponemos qué podemos ser, las que marcamos claramente, la diferencia entre la forma como nos piensan y lo que ...