Reseña concierto Las Áñez: Las Áñez, la excelencia vestida de im-pretensión

Reseña del concierto de Las Áñez realizado el domingo 30 de octubre de 2016 en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el marco de la Temporada Nacional de Conciertos 2016 del Banco de la República.Las Áñez: la excelencia vestida de im-pretensión Por Luis Fernando Valencia* Unpretentious es un adjetivo en el idioma inglés que no tiene paralelo en el idioma español. Es decir, es un término que no se puede traducir a una sola palabra, sino que requiere de la negación de un atributo: no pretencioso. Esto a mí me resulta irónico, puesto que, en general, ser pretencioso tiende a tener una connotación negativa, y se necesita precisamente de su negación para resaltar una cualidad positiva; se necesita, en otras palabras, negar lo negativo. No pretencioso, sin pretensiones, im-presumido. Ésta, en todo caso, fue la sensación general que me dejó el lindo concierto que ofreció el dúo vocal colombiano Las Áñez, el pasado domingo 30 de octubre, en la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá. Me resulta fascinante esta percepción que logran transmitir Juanita y Valentina, hermanas bogotanas dedicadas a hacer una “música en familia” que honra de manera muy especial el nombre que lleva el ciclo del que hizo parte este concierto. Y me resulta fascinante, porque todo en su montaje es en realidad de una calidad enorme, a veces asombrosa, y deliciosamente inspiradora. Su enorme talento, la meticulosa preparación sonora, su extraordinaria creatividad e imaginación, la sutil y bella puesta en escena, su encantadora timidez, su asombroso manejo vocal, sus encantadores matices visuales y sonoros; todo ello cae como una brisa placentera y enigmática sobre el público. Todo este portentoso conjunto de cualidades se mezcla sutilmente para ofrecer, sin más ni menos, goce; goce puro. No hay magnanimidad, no hay ostentosidad. La admiración por estas hermanas no parece imponerse, como tantas otras veces, por la perplejidad que causa la presencia de un talento abrumador y quizás soberbio, sino parece surgir naturalmente de la gratitud por la—me disculpará el lector—im-pretenciosa generosidad con la cual ofrecen su quehacer a la audiencia. Sin duda esta percepción de amable generosidad artística, de im-presunción, aquel día estaba también alimentada por la atmósfera que nos rodeaba a todos los asistentes. Nos rodeaba, por ejemplo, una abundante presencia de niños, quienes alimentaban alegremente sus fantasías a través de a veces improvisados, y a veces elaborados disfraces. Nos introducía al concierto un hermoso y también im-pretencioso programa de mano, con un diseño gráfico encantador, y un elegante pero infantil colorido. El contenido del programa nos invitaba a hondas reflexiones por un lado, y a divertidos juegos de palabras por el otro, a través de sencillas viñetas y sencillas palabras. Para redondear, la soleada pero deliciosamente fría mañana bogotana nos había preparado el camino para el conmovedor deleite. Así, al finalizar el concierto, la hermosa Candelaria se veía más hermosa que nunca, el mundo se percibía más lindo, y se sentía gratitud plena, quizás el sentimiento más noble. Durante el concierto escuchamos una mezcla de alusiones musicales de una novedad asombrosa. Porque la música de Las Áñez no es una simple fusión. Dichas alusiones aparecen con claridad, sí, pero a través de un ropaje sonoro completamente nuevo que desborda ampliamente el cliché de la cita musical. Escuchamos al inicio, por ejemplo, un canto ritual de textura gregoriana, interpretado en un unísono tonal y tímbrico espeluznante, cuya melodía incluía deliciosos ornamentos cromáticos, cuasi-microtonales, que coqueteaban de vez en cuando con el orden diatónico predominante y lo distorsionaban con exquisitez. Escuchamos más adelante alusiones a la guabina cundiboyacense, con sus típicos paralelismos melódicos expresados a través de un timbre nasal juguetón. Escuchamos un gentil pasaje llanero que se tornaba en bravo joropo, proponiendo un juego de tempos musicales que parece ser signo del lenguaje musical de las hermanas. Escuchamos una extraordinaria combinación de pureza vocal y ostinatos electrónicos con tintes irónicos. Participamos activamente con aplausos de una linda alusión a los conjuntos tamboreros de gaitas típicos del área de San Jacinto, a través de sutiles golpes de percusión y voces aireadas. Parecimos escuchar uno de esos huaynos andinos que tanto gustan al público urbano por su asociación estereotípica con una conexión más profunda y ritual con la tierra. En fin, presenciamos estructuras sonoras inspiradas en un amplio espectro de músicas populares (casi todas latinoamericanas) y de una enorme creatividad. Las Áñez sin duda constituyen un loable ejemplo de un proyecto de creación musical referencial que va más allá del cliché de la fusión y el exotismo. Pero además son divertidas. Varios niños reportaron alegremente su gusto por el concierto, haciendo hincapié en los entretenidos timbres sonoros que explotan Juanita y Valentina a través de sus voces y sus “curiosos instrumentos”. Algunos expresaron su gusto por “sus vocalizaciones”, por “los sonidos”. A otros les pareció interesante lo que percibieron como inusual. “Hacían unas voces raras”, decía una niña; tocaban con “instrumentos muy raros”, respondía otra; “me pareció chévere los ruidos de animales”, decía otro más. Otras recordaron con regocijo canciones específicas. Una niña habló de Mi Muñeca, que le gustó porque “trata de una muñeca y la mamá la cuida”, mientras otra mencionó “la del tomate” (Don Tomate) porque la hizo “reír”. Quizás sea entonces una inigualable mezcla de goce, excelencia, novedad, diversión y sencillez la que genere la agradable percepción de im-pretensión por parte de Las Áñez. Resulta, en todo caso, gratificante vivir experiencias como las de este concierto, porque invitan de nuevo a soñar con la existencia de conexiones metafísicas, de energías siderales que compartimos todos los que habitamos este pálido punto azul, como decía Carl Sagan; energías que viajan a través de los sonidos, las sonrisas, las luces, los colores, y que trascienden nuestros muchas veces mezquinos egos. *Luis Fernando Valencia. Maestro en Música, con énfasis en guitarra clásica, de la Pontificia Universidad Javeriana. Egresado de la Maestría en teoría y composición de Temple University, Filadelfia, EE.UU., y de la Maestría en musicología de la Universidad de Princeton, Princeton, EE.UU. Como músico, se desempeña actualmente en oficios varios como la composición de época, la elaboración de arreglos, y actividades de tipo coral/vocal. Como docente, aborda diversos temas dentro de los mundos de la composición, la teoría, la apreciación y la historia de la música. Como investigador, su interés actual es la indagación sobre los mecanismos de significación intersubjetiva de la música y sus efectos sociales. Actualmente desarrolla su tesis de doctorado en musicología, acerca del fenómeno de la “psicodelia” tropical bogotana, sus mecanismos de significación musical, y el sentido de dicho paisaje sonoro en el contexto colombiano contemporáneo; y es docente del Departamento de música de la Facultad de Artes y director de la Carrera de Estudios Musicales de la Pontificia Universidad Javeriana