Reseña concierto Fretwork: Acróstico en nombre de Fretwork

Reseña del concierto de Fretwork realizado el miércoles 10 de octubre de 2016 en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el marco de la Temporada Nacional de Conciertos 2016 del Banco de la República.Acróstico ‘en nombre de’ Fretwork Por Luis Fernando Valencia* Impavidez: serenidad de ánimo. Excepto quizás durante la interpretación del bis —un curioso arreglo para ensamble de violas da gamba de la famosa canción Yo me llamo Cumbia de José Barros—, la impavidez pareció ser la emoción preponderante en los integrantes del consort de violas Fretwork durante el concierto que ofrecieron el pasado miércoles 10 de octubre, en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá. Bueno, tal vez sería impreciso decir que los cinco músicos fueron igualmente serenos y flemáticos. La intérprete de la viola tenor, por ejemplo, se mostraba a menudo más expresiva y más inquieta que sus compañeros. Llamaba la atención, dada la sobriedad circundante de sus consortes musicales, por lo que en algún momento quise conocer su nombre, aunque sin éxito, debido a la ausencia de esta información en el programa de mano. No pude aventurar una respuesta al por qué de la exclusión de esta información. Pero me pareció irónico que este detalle, probablemente accidental, se diera en un concierto en el que todo el programa musical giraba alrededor de una forma de música instrumental originaria del Renacimiento inglés llamada In nomine, que quiere decir, literalmente, ¡en el nombre de! Por otro lado, y volviendo al espinoso y siempre especulativo tema de la ’expresión’, parecía en cambio apropiado, que la emoción preponderante en la rendición de este tipo de repertorio fuera la serenidad, la sobriedad, la solemnidad, o la piedad contemplativa. Porque —como ocurre por definición en esta forma instrumental— los In nomine que escuchamos aquella noche, escritos en su mayoría en una deliciosa polifonía imitativa renacentista, están todos basados en un fragmento de una antigua antífona gregoriana. No fue suficientemente satisfactoria, sin embargo, la idea de una disposición meramente teatral para explicar la actitud lejana y un tanto inexpresiva de Fretwork durante el concierto. Acudí instintivamente al pecado capital del esencialismo cultural: no, ¡lo que pasa es que son ingleses! Británicos, ergo flemáticos (excepto sine nomine, la de la viola tenor). Y continué: además, la mayor parte del repertorio es inglés. Ellos, más que nadie, deben entender, por esencia cultural, cómo es que se toca eso. Y sí. Efectivamente, cuando hacia el final del concierto, mientras interpretaban una obra de Purcell, decidí cerrar los ojos, fue evidentemente claro para mí que estaba en presencia de los más grandes maestros contemporáneos del repertorio antiguo y contemporáneo de viola da gamba. Esa breve interacción con el sonido puro de su interpretación rescató la enorme maestría musical del ensamble. Sin la distracción visual de su actitud interpretativa, emergía sin sombra de duda la razón de su reputación como “el principal consort de violas da gamba del mundo”, y de su enormemente laureada carrera artística. Obviando, entonces, la sobriedad expresiva de Fretwork, y su interacción un tanto fría con el público, es preciso decir que la excelencia de su interpretación musical fue incuestionable. Y sin embargo tal apoteósica calidad no fue suficiente para calificar su concierto de apoteósico. Aparte de su puesta en escena, sospecho que la particularidad sonora y acústica del consort de violas, por un lado, y la especialidad del repertorio y la naturaleza del programa por el otro, contribuyeron a que la actuación en vivo de Fretwork esa noche no estuviera a la monumental altura de sus afamados trabajos discográficos. Mientras las tecnologías modernas de grabación permiten que, en un trabajo discográfico, el sonido dulce y ligeramente nasal de las nobles violas da gamba resuene con intensidad y cercanía, un espacio del tamaño del auditorio de la Luis Ángel —por más acústicamente ideal que sea— no permite esa misma experiencia. El poco rango dinámico de estos instrumentos antiguos es un desafío para cualquier puesta en escena. Si bien es indudable que su timbre es, a mi modo de ver, exquisito de escuchar, la lejanía acústica hace que con el pasar de los minutos la experiencia tienda a volverse plana. Igualmente debido a esta característica acústica, el balance sonoro entre los diferentes componentes del quinteto de violas, meticulosamente trabajado por el ensamble, en esta ocasión pareció estar amenazado por el lugar de ubicación de los asistentes. En mi caso, por ejemplo, tener de frente a la primera viola “soprano” pareció implicar la inadecuada dominación de su voz por sobre las demás. En una textura musical polifónica imitativa, como la presentada en la mayoría del repertorio interpretado, este protagonismo está por fuera de orden. Aunque sutil, este ligero desbalance acústico también contribuyó a extrañar la perfección acústica de las grabaciones de Fretwork. Nadie podría recriminar la calidad de las obras escogidas por Fretwork para el concierto. Por separado, cada una de las obras de Taverner, Tye, Parsons, Byrd, Picforth, Gibbons, Lawes, o Purcell —todos compositores ingleses de los siglos XVI y XVII— son fantásticas expresiones del repertorio polifónico inglés antiguo. Junto a ellas, las obras interpretadas de los compositores contemporáneos Nico Muhly, de Estados Unidos, y Gavin Bryars, del Reino Unido también son de alto interés artístico. Pero, debido a que en su mayoría son formas In Nomine, la similitud estilística de las piezas antiguas y su naturaleza críptica y acróstica, unida a la similitud tímbrica y textural del ensamble, condujeron a una especie de hipnosis sonora, cortada temporalmente solo por la interesantísima esquizofrenia rítmica de la obra de Muhly, y la ya citada Cumbia a la antica del bis. En suma, la expectativa generada por la reputación de Fretwork, que sin duda hizo inundar la sala de ávidos asistentes, desde mi punto de vista hizo que “a la hora del té”, es decir, de la cita inglesa, el resultado fuera levemente decepcionante. Aún así, el recuerdo de la experiencia sonora al cerrar los ojos me llena de gratitud para con Fretwork y, por supuesto, como siempre, para con la Luis Ángel. *Luis Fernando Valencia. Maestro en Música, con énfasis en guitarra clásica, de la Pontificia Universidad Javeriana. Egresado de la Maestría en teoría y composición de Temple University, Filadelfia, EE.UU., y de la Maestría en musicología de la Universidad de Princeton, Princeton, EE.UU. Como músico, se desempeña actualmente en oficios varios como la composición de época, la elaboración de arreglos, y actividades de tipo coral/vocal. Como docente, aborda diversos temas dentro de los mundos de la composición, la teoría, la apreciación y la historia de la música. Como investigador, su interés actual es la indagación sobre los mecanismos de significación intersubjetiva de la música y sus efectos sociales. Actualmente desarrolla su tesis de doctorado en musicología, acerca del fenómeno de la “psicodelia” tropical bogotana, sus mecanismos de significación musical, y el sentido de dicho paisaje sonoro en el contexto colombiano contemporáneo; y es docente del Departamento de música de la Facultad de Artes y director de la Carrera de Estudios Musicales de la Pontificia Universidad Javeriana