Reseña concierto Cuarteto Avalon: El último asalto: idilio, sublimación y catarsis musical en la Luis Ángel

Reseña del concierto del Cuarteto Avalon realizado el miércoles 5 de octubre de 2016 en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el marco de la Temporada Nacional de Conciertos 2016 del Banco de la República.El último asalto: idilio, sublimación y catarsis musical en la Luis Ángel Por Luis Fernando Valencia* Serían alrededor de las 9:30 p.m. del pasado miércoles 5 de octubre. En la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, el cuarteto de cuerdas estadounidense Avalon y el cuarteto de cuerdas colombiano Q-Arte interpretaban ferozmente la igualmente feroz composición Last Round, del compositor argentino Osvaldo Golijov, última pieza del programa del concierto del día. Avalon se encontraba al lado izquierdo del escenario, desafiante, enfrentando a Q-Arte, situado al lado opuesto. En medio de los dos, como arbitrando la riña musical, tocaba Juan Gregorio Baquero, contrabajista invitado. Era, en palabras del mismo compositor, “un baile de tango sublimado”. Y si bien los violines y las violas de los dos cuartetos tocaban sentados, y no de pie —como ocurre en las orquestas de tango tradicionales y lo había imaginado originalmente el compositor—, el duelo entre los cuartetos se mostraba más apasionado que nunca. Evocando al legendario Piazzolla y su famosa camorra, la obra de Golijov buscaba teatralizar musicalmente —o quizás musicalizar teatralmente— una confrontación callejera o de burdel tanguero. Era la sublimación máxima de las confrontaciones humanas, pensaba yo, dándole un poco de licencia Romántica a mi pensamiento crítico. Como la famosa batalla madrigalesca de Monteverdi, Last Round era una instancia más de la estetización de la guerra. Mientras, a unas pocas cuadras de distancia, la Plaza de Bolívar recibía impávida a miles de jóvenes que marchaban como un claro mensaje a la dirigencia nacional, para que no desfalleciera en los esfuerzos por terminar una confrontación armada que por más de cinco décadas ha azotado a Colombia. Mientras el público gozaba de la confrontación de las nobles cuerdas, los jóvenes marchaban, irónicamente, para que cesara de inmediato el “último asalto” de ese cruel conflicto. Pensaba, emocionado por la impecable interpretación musical y puesta en escena de Avalon y Q-Arte, en la cursi utopía de que toda confrontación humana alguna vez terminara por convertirse en una eterna riña musical. La belleza del concierto me había impactado al punto que el sentido Schopenhaueriano, Romántico y cuasi-religioso de la música parecía más claro que nunca: frente a la congoja de la existencia humana, frente a todas las congojas, la sublimación musical. O quizás era más apropiado pensar en catarsis. Así había iniciado el concierto, con la catártica Tenebrae, también de Golijov. Allí habíamos escuchado la belleza pura y lejana de alguna música nostálgica que por momentos se transformaba en tragedia cruda y presente. Golijov, pero en mucha medida también Avalon, a través del sonido redondo e intenso que producía el vibrato enérgico de su interpretación, nos invitaba a llorar. Y a través del llanto, a sanar. La obra, inspirada en las tragedias de otro pueblo, el judío, servía como ejemplo vivo de una visión catártica de la música. La de la tradición médica de la edad media arábiga, por ejemplo, que había impactado altamente al pensamiento europeo occidental de la época, y según la cual uno de los remedios para curar la entonces llamada melancolía era la ejecución o la escucha de música triste. A través del sonar melancólico, a través del llanto musical, nos decían los árabes, se curaba la melancolía. Esa noche Avalon, como un regalo sanador, nos ofrecía la noble cuerda que, frotada y vibrada, expresa de la manera más viva esa agitación dramática de la tragedia humana, y al mismo tiempo la cura. Catarsis. Igualmente magistrales, asombrosas, sublimes, y catárticas fueron las interpretaciones de los cuartetos de cuerda No. 3, 4, y 6 de los compositores Alberto Ginastera y Gustavo Leone, de Argentina, y Blas Emilio Atehortúa, de Colombia, respectivamente. La obra de Ginastera, el único compositor ya fallecido entre los incluidos en el programa —lo que es, valga decirlo, altamente encomiable—, contó con la presencia de la soprano Michelle Areyzaga, portentosa cantante cuya capacidad técnica y expresiva colmó la sala de impactantes vibraciones. Música y teatralidad de Avalon y Areyzaga, magistral composición de Ginastera, textos poéticos de autores varios: en suma, una verdadera Gesamtkunstwerk Wagneriana. ¿Y qué decir de Leone y Atehortúa? Para empezar, los asistentes al concierto tuvimos la sorpresa y el placer de contar con la presencia física de estos dos maestros, quienes generosamente nos regalaron algunas palabras como preludio a la interpretación de sus cuartetos. La concurrida sala agradeció el gesto y su presencia con también generosas ovaciones. Escuchamos plácidos el sintético, erudito, y furioso cuarteto de Atehortúa; y el evocativo y exquisito cuarteto de Leone, quien, a propósito, nos invitó a entenderlo como un proverbial viaje musical hacia la cima de una montaña, en donde finalmente lograríamos divisar el tesoro de una hermosa melodía con aires de samba pampeana. Allí, en el descubrimiento paulatino de ese tesoro musical, Avalon se fajó. El mismo Leone se refirió a la interpretación de su cuarteto de esa noche como, ni más ni menos, ¡“el paraíso del compositor”! Pero no solo Leone vivió un idilio paradisiaco. Por la información que pude reunir del público asistente, el concierto pareció ser también, “el paraíso del público”. Alguno mencionó la “impresionante” interpretación del cuarteto y lo “extraordinario” del concierto. Otro más se refirió al cuarteto como “brutal”, a Ginastera como “el mejor”, e hizo hincapié en lo especial del programa porque, “¿cuántas veces puede uno escuchar música latinoamericana de arriba pa’ abajo?” Alguien más reportó haber disfrutado mucho de las piezas de Leone y Golijov, a pesar de no conocerlos con anterioridad, y del cuarteto resaltó su “firmeza” al tocar. Otros mencionaron la belleza y calidad acústica de la sala, el “privilegio” de contar con algunos de los compositores en el público, o la novedad estética del programa. Alguien más resaltó vehementemente la labor de Q-Arte en “mantener el cuarteto de cuerdas vigente, gracias a estar haciendo la música de hoy en día”. Algún primíparo asistente señaló su gusto particular por la forma en la que el cuarteto “jugaba con los instrumentos”. Y otro, quien se encontraba allí por casualidad y pensó que se iba a aburrir, luego de la asombrosa experiencia, prometió volver. Avalon, haciendo honor al significado de su nombre, nos llevó a todos a un idilio de músicas latinoamericanas, vigentes, sublimes, catárticas, que enamoraron y atraparon hasta a los visitantes más ocasionales. Porque, ¿quién no habría preferido seguir escuchando la maravillosa riña tanguística de Golijov, en vez de retornar a la incertidumbre de no saber si en Colombia ya presenciamos, finalmente, el último asalto? *Luis Fernando Valencia. Maestro en Música, con énfasis en guitarra clásica, de la Pontificia Universidad Javeriana. Egresado de la Maestría en teoría y composición de Temple University, Filadelfia, EE.UU., y de la Maestría en musicología de la Universidad de Princeton, Princeton, EE.UU. Como músico, se desempeña actualmente en oficios varios como la composición de época, la elaboración de arreglos, y actividades de tipo coral/vocal. Como docente, aborda diversos temas dentro de los mundos de la composición, la teoría, la apreciación y la historia de la música. Como investigador, su interés actual es la indagación sobre los mecanismos de significación intersubjetiva de la música y sus efectos sociales. Actualmente desarrolla su tesis de doctorado en musicología, acerca del fenómeno de la “psicodelia” tropical bogotana, sus mecanismos de significación musical, y el sentido de dicho paisaje sonoro en el contexto colombiano contemporáneo; y es docente del Departamento de música de la Facultad de Artes y director de la Carrera de Estudios Musicales de la Pontificia Universidad Javeriana