Reseña concierto Alexander Ullman: La música del corazón...

Reseña del concierto de Alexander Ullman realizado el domingo 11 de septiembre de 2016 en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en el marco de la Temporada Nacional de Conciertos 2016 del Banco de la República.La música del corazón… Por Angélica Daza Enciso* Alguien me pregunto en un conversatorio “¿qué es el Romanticismo?” Dudé, sin saber cómo describirlo. Luego hablé de la pasión, de la expresión de los sentimientos, del idealismo. “¿Acaso en otras épocas no había lo mismo?” calculando mi respuesta, intente subrayar que durante el siglo XIX los cambios sociales y políticos influyeron de manera importante en la forma de expresarse de los artistas. El ideal del amor imposible, la relación con la naturaleza o la expresión del nacionalismo cobraron especial importancia durante este periodo. Este pasado domingo 11 de septiembre el público asistente a la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango tuvo la oportunidad de escuchar un concierto muy particular de manos del pianista Alexander Ullman. Este joven inglés, a sus 25 años, ha tocado en reconocidos auditorios alrededor del mundo, y ahora honró con su presencia a la sala de conciertos de la Biblioteca. Y he hecho mención del Romanticismo porque fue el eje articulador del programa, que se centró en tres compositores nacidos prácticamente el mismo año (1810-1811) en tres diferentes lugares de Europa (Polonia, Austria/Hungría y Alemania), y que produjeron algunas de las más bellas obras de la música clásica. Si bien Frédéric Chopin, Robert Schumann y Franz Liszt tuvieron diferentes destinos, también estuvieron unidos por su admiración a la figura de Beethoven y por su relación con el piano, instrumento que marcaría la historia de la música del siglo XIX. La unidad del programa era evidente. Estos compositores e intérpretes intercambiaron dedicatorias de sus obras entre sí como una muestra de admiración mutua y de reconocimiento1. Así, la Fantasía en do mayor de Schumann fue dedicada a Franz Liszt y la Sonata en si menor de Liszt fue dedicada a Schumann algunos años más tarde. Dos de las obras que escuchamos y que, como lo expresara Carlos Páramo en sus notas al programa se podrían calificar de “titánicas”. Abrió el concierto la Balada No. 4 en fa menor de Frédéric Chopin. Compuesta en un solo movimiento, fue una excelente entrada en materia. Contundente, virtuosa y con pasajes que tanto melódica como armónicamente parecieron improvisados por el mismo Alexander Ullman pues fueron interpretados con tal solvencia que no fue difícil imaginar a Chopin sentado en su piano buscando la inspiración y expresando en palabras invisibles un fluido discurso musical. Desde pequeña he considerado al piano como el rey de los instrumentos, influenciada quizás por la obra Piccolo, saxo y compañía de André Popp, que con tanta frecuencia escuché. Y pienso en eso porque fue lo que me transmitió la interpretación de Alexander Ullman: majestuosidad. El piano elevado a su máxima expresión. Este instrumento, aun reciente en la época de estos compositores, conoció su auge en manos de ellos. Aunque los primeros pianos datan del siglo XVIII, habría que esperar hasta el XIX y en especial a la década de 1820, para que los perfeccionamientos técnicos hicieran posible el instrumento que tuvieron en sus manos estos tres compositores y para el cual se compuso esta música. Y esto fue solo el comienzo. Siguió, de Robert Schumann una gran obra, por su extensión y complejidad, la Fantasía en do mayor, escrita en tres movimientos como una forma sonata, pero finalizando en un movimiento lento, quizás la razón por la 1 Ver notas al programa pág. 8 cual prefirió bautizarla Fantasía. Franz Liszt, el tercero de nuestros compositores, no dudaría en llamar a su composición sonata aunque igualmente esté alejada de los cánones de la forma. He aquí otra característica muy común del Romanticismo: reinventa y redefine la forma. Nocturnos, baladas, poemas sinfónicos aparecen como alternativas al concierto la sinfonía o la sonata tan empleados en tiempos anteriores. Y la palabra Fantasía invita a pensar en la improvisación y la libertad creativa del artista, con un total desprendimiento de la forma. Por momentos solemne, majestuosa, pero también triste y sombría, la expresión de los sentimientos se hace casi literal. Alexander Ullman parecía estar inmerso en sus pensamientos. Encarnó, entonces, al Robert Schumann de 26 años, pronto a casarse con Clara, en una etapa serena de su vida, en la cúspide de su creación. Un hombre, que compuso esta Fantasía casi a la misma edad que tiene hoy el intérprete que estábamos escuchando. Me pregunté: ¿Qué verá Ullman? ¿En que estará pensando? Era como si estuviese poseído por el espíritu del compositor: absorto, con la mirada perdida como en trance mientras los dedos se movían con agilidad y precisión sobre el teclado. Para terminar el concierto Ullman encarnó al Franz Liszt de 70 años, casi al final de su vida, con la breve obra Nuages gris, que serviría de inspiración para las Nuages de Debussy, algunos años más tarde. Una vez más está presente la relación del hombre con la naturaleza en una obra descriptiva, algo dramática que expresa no solo sentimientos, sino que logra transmitir sensaciones y evocar ideas. Encadenada casi inmediatamente con la Sonata en si menor del mismo autor, Ullman encarnó esta vez al Franz Liszt de 41 años. Esta obra, es conocida por ser una sonata sin serlo, pues pone totalmente en entredicho la forma que se conocía con ese nombre. Explosión de sentimientos en una obra muy compleja. El público pudo experimentar por momentos esperanza, dolor, inconformidad, rebelión, y al final, una sorprendente fuga que vuelve a las formas antiguas incorporándolas como medio expresivo de una obra con un denso discurso musical. Porque la literatura no está nunca lejos de la obra musical del Romanticismo a la cual proporciona su inspiración y la intención que la fundamenta. Los aplausos sorprendieron al intérprete quien levantó el cabeza un poco desorientado al volver a la realidad, pues tocó con todo el sentimiento y la intensa concentración que ameritaba esta obra. Luego de un breve bis, Ullman interpretó el Estudio Op. 10 No. 5 de Chopin, con el que dejó de lado los sentimientos y demostró la agilidad y velocidad que su solvencia en el manejo del piano le permiten, lo despedimos con la certeza de haber asistido a un momento mágico en donde encarnó a tres grandes figuras del piano llevándonos lejos de aquí en el fondo de su alma mostrándonos como se hace la música con corazón. *Angélica Daza Enciso es maestra en música con énfasis en música antigua. Tiene una maestría en Musicología de la Universidad de la Sorbona de París. Cantante y violista, ha realizado investigaciones sobre organología barroca y tiene un diploma como directora de canto gregoriano. Se ha desempeñado como traductora y maestra. Actualmente colabora en la biblioteca de la orquesta Filarmónica Joven de Colombia y la Biblioteca Luis Ángel Arango dentro de los conversatorios del ciclo La música se habla