La ruta de esta pandemia nos ha llevado por abismos de peligro, por paisajes y figuras que leemos y experimentamos cada uno desde nuestro propio cuerpo. Cada lectura y cada cosa que se experimenta avanzan por senderos marcados por lo extraño, por lo incierto y escuchamos la resonancia de las voces que recuerdan el olvido, que nublan el destino y que tejen madejas de angustia, rabia, dolor y desesperanza. Afrontamos uno de los carnavales más intensos en el que la vida y la muerte se juntan, no guardan sus distancias, se abrazan, se miran, se besan y hacen florecer, con su indisciplinada danza, la fantasía de estar vivos. Esto significa habitar y pensar la paradoja de la existencia que crece y florece en el ser para la muerte y en la que, sie...