La primera biografía sobre San Agustín, escrita por su hermano de monasterio y discípulo llamado Posidio,2 cuenta que cuando numerosas tropas de vándalos, alanos, godos y otras gentes venidas de Hispania, dotadas con toda clase de armas y avezadas a la guerra, desembarcaron e irrumpieron en África, dejando en todas partes huellas de su crueldad y barbarie, asolándolo todo con incendios, saqueos, pillajes y despojos, el obispo Honorato pidió consejo a San Agustín sobre qué debían hacer en aquellos tiempos difíciles, ante lo cual el obispo de Hipona respondió: “dondequiera que nuestro ministerio sacerdotal es necesario para los feligreses, sean los que fueren, del lugar en que residimos, no conviene queden privados de nuestra presencia”...