Para Roldán, era el mejor de los tiempos. Habituado al aislamiento que confiere la eternidad. Era el peor de los tiempos, para Roldán. Ahora que había decidido camuflarse entre los mortales y sus ilusiones de perpetuidad. Las calles desiertas tenían una tristeza mágica. Era el tiempo de la sabiduría y de la locura. Persianas bajas y semáforos inútilmente persistentes. La época de todas las creencias y de cada incredulidad. La abundancia de cielo empequeñeciendo cada gesto de urbanidad. Era la primavera de la esperanza y el otoño de la desesperación. Todo estaba al alcance de unos pasos que nadie podía o quería dar. En una palabra, la era de la pandemia era un contraluz con el sol detrás de la mirada.Facultad de Periodismo y Comunicación Soc...