De un tiempo a esta parte, una de las afirmaciones que más tengo la oportunidad de leer y escuchar en la pluma y los labios de independentistas es que lo que está pasando en Cataluña últimamente no tiene nada de identitario, que el procés hacia la plena soberanía del pueblo catalán ha conseguido reunir a gentes con los más variados sentimientos identitarios y que, incluso más allá (reforzando una argumentación muy cara a Carod Rovira), el nacionalismo en cuanto tal parece haberse convertido, en tanto que posición política, en crecientemente irrelevante, todavía demasiado cargada de adherencias emotivas y sentimientos nacionales, que finalmente se habría disuelto en un independentismo explícito y cargado de contenido netamente polític