Las escuelas literarias que no se apoyan en un sólido fundamento estético son siempre de un vivir efímero. No quiero significar con ello que sean absolutamente perecederas y que el tiempo se las ha de llevar sin dejar la más insignificante huella de su paso. Suele haber en ellas algo de permanente que con el anclar de los años se desprende del resto, y entonces los críticos de visión clara lo extraen de entre las cenizas que alentaron la deslumbradora llama de un día. Acontece en asuntos atañederos a escuelas de arte, como en todo asunto, que son siempre los fanáticos los que descomponen la forma desviando la corriente espiritual por los cauces más imprevistos. Indiferentes a toda crítica, arrasan con lo existente al par que crean una nuev...