La resignificación nietzscheana del ser humano

Nietzsche considera que tras el olvido de que el lenguaje no es más que una creación humana y que no es posible atender a las esencias de las cosas, la tradición filosófica occidental ha situado su centro de gravedad fuera de lo humano. Es decir, se apostó por la búsqueda de una verdad fija y eterna, alejada de lo sensible, lo corporal, lo terrenal y el devenir. Con ello se desatendieron las características de la vida misma y del propio ser humano y se reforzó la concepción ideal de un mundo sobrenatural. Para Nietzsche esto supuso la negación de la vida y la decadencia de la cultura occidental. De ahí que afirme que es necesaria una reivindicación de la vida, del cuerpo humano y de su potencialidad. Nos sugiere el camino hacia una vida de carácter ascendente, esto es, una vida que tras comprender que está atravesada por una multiplicidad de afectos, impulsos, deseos, fantasías y una poderosa capacidad de creación, sea afirmada. El tipo de ser humano que Nietzsche alienta, el que nombra como sobrehumano, es el que propone decir sí a la vida y al devenir. Como el niño que reclama Zaratustra, para Nietzsche el sobrehumano es el que ha conseguido desprenderse de una concepción moral previamente establecida y comienza a crear. Se trata de establecer una comprensión ampliada del ser humano que atienda a todas aquellas características del mismo que fueron desestimadas por la tradición