Editorial: La conducta suicida como un problema de salud pública.

Este número de la Revista presenta el primer trabajo publicado, realizado en población caucana, que estudia una de las modalidades de presentación de la conducta suicida: el intento suicida. Este trabajo es el primer esfuerzo sistemático orientado a conocer el tamaño real de este problema en nuestro medio.En Popayán, por algún motivo que ignoramos, las cifras de incidencia de suicidio duplican las cifras para todo el país. Según datos del instituto de medicina legal y ciencias forenses, la incidencia de suicidio consumado para el 2008 fue de 12,6 suicidios por 100.000 habitantes, comparada con la cifra nacional de 5 por cada 100.000 habitantes por año.Quienes trabajamos en salud mental nos sorprenderíamos de encontrar como en una institución como el hospital Universitario San José, se atendiese al menos un caso de intento suicida al día, circunstancia comprensible al conocer la cifra total de muertos por suicidio en Popayán: cerca de 24 casos anuales. Partiendo del hecho que las cifras del intento suicida, según algunos estudios, pueden ser hasta 40 veces mayores que las de suicidio, este aparentemente exagerado número de casos de intento suicida reportados empieza a entenderse.Para la OMS, la conducta suicida abarca un espectro de severidad creciente, partiendo desde el gesto suicida (una autoagresión sin deseo consiente de morir), el intento suicida y el suicidio consumado. La carga de enfermedad (el grado de discapacidad provocado, horas laborales perdidas, gastos directos e indirectos de atención médica y rehabilitación) asociada al suicidio, intento suicida y otras lesiones auto infringidas, determinada en el estudio de la OMS publicado en 1996, sitúa la conducta suicida como la quinta causa de carga de enfermedad en la edad más productiva de la vida (entre los 15 y los 44 años) La pérdida de años de vida saludable, atribuible a conducta suicida en 1990 fue de 14’645.000.La conducta suicida debe considerarse un problema real de salud pública, no solo por los evidentes costos directos e indirectos que ocasiona, sino también por el impacto que genera en familias y comunidades