El mundo político se cierra poco a poco sobre sí mismo, sobre sus rivalidades internas, sus problemas y los juegos que le son propios. Igual que en los grandes tribunales, los hombres políticos capaces de comprender y expresar los anhelos y las reivindicaciones de sus electores, se vuelven cada vez más raros, y están lejos de ocupar un primer plano dentro de sus jerarquías. Los futuros dirigentes se definen mediante los debates de televisión o en los subterfugios del aparato. Los gobernantes son prisioneros de un entorno tranquilo de jóvenes tecnócratas que a menudo ignoran la vida cotidiana de los ciudadanos, sin que nadie señale su ignorancia. Los periodistas, metidos en las contradicciones que caen sobre ellos a través de las presiones o...