El agua está fría, muy fría. Cómo saber si es eso o el miedo lo que pone tanto temblor en mi cuerpo. Sea lo que sea, ahora lo que quiero es huir, desaparecer. Me siento sumergida no sólo en el agua helada sino en una oscuridad densa y silenciosa, donde chapoteo, rodeada de gente que, como yo, va tras un sueño. A pesar de que nadamos en grupo, me siento muy sola. Nadie habla. Creo que es por temor a que las palabras temblorosas delaten el miedo que sentimos. En vano nos esforzamos por ocultarlo: el miedo es fosforescente, por eso brillamos en el río. Pienso en mi hijita Mercedes. Tan inocente. Le juré que regresaría pronto, que no se preocupara, que después estaríam...