Vivimos en una sociedad de signos. Una suerte de “inflación del significante” atraviesa nuestra cultura. En ese contexto, es bueno recordar que alguna vez la humanidad vivió en una sociedad de símbolos, en donde la palabra se vuelve tensión entre lo cósmico y lo onírico, entre los hombres y lo sagrado, entre la historia y el mito. Es la poesía la manifestación más acabada de esta sociedad de símbolos que, pese a todo, subsiste en los subsuelos de aquella otra aparentemente dominante, con una vida casi silenciosa pero vital y explícita. No por nada, la filosofía y la poesía, al decir de ese gran poeta y pensador que fue Giacomo Leopardi, son las disciplinas más afines entre sí. Por tanto, no es solo bueno sino también necesario celebrar la e...